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Leer más »Las tecnologías de Inteligencia Artificial (IA) se usan actualmente en las empresas para la transformación de los procesos de negocio, impulsar la interacción con los clientes, mejorar la toma de decisiones e incrementar la productividad de los empleados.
Gartner predijo que en esta década el 85% de la interacción con los clientes será gestionada por Inteligencia Artificial y, en conjunto, se estima que el mercado de la IA pueda llegar a representar 127.000 millones de dólares en 2025, cifra muy superior a los 2.000 millones de 2015. Estados Unidos y China se situarán a la cabeza en inversiones.
Este mayúsculo desafío de mercado no podía quedar fuera de cierta estructura normativa, sobre todo si consideramos su crecimiento exponencial. Por tanto, se deben salvaguardar tanto el mercado como la privacidad de las empresas y los clientes.
Muy resumidamente, la IA funciona mediante algoritmos que aprenden de históricos y del acierto o no de sus propias predicciones. Las aplicaciones basadas en IA pueden aplicarse a multitud de empresas de diferentes sectores industriales y de servicios. Por tanto, para definir y controlar qué datos se pueden recopilar, se hace cada vez más necesario considerar su realidad normativa.
Los clientes de IA no sólo son las grandes corporaciones. De hecho, sólo es necesario que una empresa cualquiera plantee una necesidad de predicción, a saber:
Estas demandas genéricas que hemos puesto de ejemplo son las que constituyen la base del desarrollo de la IA en las empresas.
En este sentido, podemos considerar dos perspectivas sobre los aspectos normativos de la IA:
Los temas cruciales son la seguridad y la privacidad desde la perspectiva del usuario. Es decir: hasta dónde y cómo se puede llegar a los datos, así como los permisos y consentimientos de los clientes y los usuarios. De algún modo son nuevos desafíos para las leyes europeas de protección de datos ya existentes. Esta estructura normativa está ya empezada.
Qué normas deben regular el mercado, su tamaño y sus fronteras (lo que es especialmente relevante en la UE) para asegurar el crecimiento y el desarrollo de la digitalización, en general, y de la IA, en particular. La clave está en regular el espacio europeo, garantizando volumen de mercado y libre circulación de ideas y patentes.
Esta dimensión de mercado y volumen es crucial. Existen sectores industriales en Europa que se quejan continuamente sobre una legislación que es extraordinariamente local y les impide competir con empresas asentadas en mercados mucho mayores, como el americano. El negocio de las telecomunicaciones es un claro ejemplo.
Estas dos perspectivas (privacidad y mercado) son abordadas por la UE en sus medidas para abordar las oportunidades y retos de la IA. El Parlamento trabaja en una propuesta de la Comisión, de abril de 2021, para que Europa se convierta en el centro mundial de una inteligencia artificial que genere confianza.
Aquí se incluye el primer marco legal sobre esta tecnología, que además llega acompañada de otra normativa sobre maquinaria y robots.
La nueva normativa pretende "garantizar la seguridad" y "fortalecer la inversión en IA en la Unión Europea", creando varios niveles de riesgo y prohibiendo, por ejemplo, el reconocimiento facial en determinadas situaciones asociadas a la robótica. Esta protección de los datos y de la privacidad probablemente no exista en otros entornos fuera de la UE.
En este sentido, el Parlamento Europeo aprobó en octubre del pasado año tres informes que indican cómo regular la IA para impulsar la innovación, el respeto de estándares éticos y la confianza en la tecnología.
Por un lado, se está trabajando en la intervención y la supervisión humanas, que es una cuestión esencial, por ejemplo, en el ámbito de la robótica. Por otro lado, se están perfilando una serie de estándares éticos para garantizar la seguridad y la transparencia.
Así mismo, se está estudiando cómo las regulaciones y patentes deben proteger el espacio europeo, evitando tanto los localismos normativos como la ausencia regulatoria, que podría originar la invasión de tecnología de terceros países.
Este último desafío normativo es fundamental. Porque es necesario garantizar un tamaño eficiente de mercado a las empresas. Pensemos en sectores como la seguridad y la defensa, donde es necesario asegurar desarrollos propios y locales para sus proyectos.
Aunque la cascada de normativas no ha empezado aún a producir todos sus frutos, estas deberán ser adoptadas por las legislaciones locales. Los objetivos de protección al ciudadano y de creación de mercado (incluyendo la dinamización de la innovación y el tamaño de los negocios) parecen ser los que inspiran a los reguladores europeos.
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