La interfaz cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés) es una tecnología que permite la comunicación directa entre el cerebro humano y un dispositivo electrónico externo, como un ordenador o una prótesis, sin la necesidad de utilizar los músculos o el sistema nervioso periférico. Esto se logra a través de la detección de señales eléctricas o químicas en el cerebro, que se pueden traducir en acciones o comandos para el dispositivo externo.
Las BCI se han desarrollado en una variedad de aplicaciones, incluyendo la asistencia a personas con discapacidades motoras, la rehabilitación después de lesiones cerebrales, la investigación científica y, en algunos casos, la mejora de las habilidades cognitivas y el rendimiento mental. También se están explorando aplicaciones más avanzadas, como la comunicación directa entre cerebros humanos o la conexión de la mente humana a la inteligencia artificial.
Aunque las BCI aún se encuentran en una etapa temprana de desarrollo, tienen el potencial de transformar la forma en que interactuamos con la tecnología y con el mundo que nos rodea.
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